jueves, 12 de julio de 2012

Presentación en Barcelona del poemario "Las Horas" el 29 de Junio por Fran Picón



Nobleza humana, pasión poética; éstas palabras son las primeras que me vienen a la cabeza cuando escucho el nombre de Fernando Sarría, bueno, esas y amigo, amigo con mayúsculas.

Nacido en Ejea de los Caballeros, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza, en la especialidad de Historia del Arte.

Ha participado en numerosas publicaciones y revistas especializadas en su licenciatura, destacando el ensayo “El retablo aragonés del Siglo XVI.

Ha publicado los poemarios “El error de las hormigas”, “El Alhaquín”, “Todas las mentiras que te debo”, “Babel en las manos” y este “Las horas” que hoy presentamos.

Antologado en varias ocasiones, colaborador de diversas revistas literarias. Mantiene diversos blogs.

Miembro de la Junta Directiva de la Asociación Aragonesa de Escritores, cofundador de la Tertulia poética Transversores y, ahora, también inicia la aventura editorial con “Sabara”.

ANSIEDAD DE LA MELANCOLÍA, por Ángel Guinda

Fernando Sarría escribe porque vive, naturalmente; pero, sobre todo, escribe para vivir más, para seguir viviendo, para no morir.

Fernando Sarría escribe para encantarse, para protegerse de la

realidad, parapetado en una atmósfera hechizada como exorcismo; porque lo escrito, aunque vivido, es ya una realidad otra, mejor.

En otro momento de su excelente prólogo, Guinda nos dice:

Poesía sensorial, arrojada como un vómito de impulsos arrebatados. Poesía eléctrica, magnética, respiración, bandera de náufrago, crónica y transcripción de cada íntimo existir concreto como si fuera el último de toda una existencia.

Para terminar el prologuista con una frase que es sentencia:

El mejor libro hasta hoy de este poeta irreductible.

En la presentación de “Las horas” en Palma de Mallorca, otra excelente poeta y mejor amiga, Mayte Albores, decía de Fernando Sarría:

Sin duda, Fernando, no puede pasar desapercibido, después de leído tienes que volver a él, releerlo y releerlo para degustarlo despacio, como en una cata a ciegas donde redescubres nuevos aromas y donde los sentidos y el paladar del verso se van afinando.

Sarría gusta de iniciar sus recitales entorno a “Las horas” con la lectura de su Epílogo en el que, nos dice, se resume la esencia de este poemario que hoy nos ocupa, no voy a arrebatarle ese momento, pero sí usaré unas líneas de ese Epílogo como inicio de mi presentación de hoy

Busco en los silencios el vértice perfecto, en la luz la herida sin

tacha, el filo caliente de un cuchillo, el dolor suave de la ausencia y el murmullo del aire al sentirse vivo.

“Las horas” es un poemario que nos habla del transcurrir del tiempo; nuestro poeta lo ha dividido en tres partes diferenciadas: Las horas tempranas, las horas de la tarde y las horas de la noche.

Un poemario que, como no podía ser de otra manera, se inicia con una albada:

Despierto.

Todavía las sombras alcanzan tu cuerpo.

Mi mano roza la aurora.

Siento que el silencio se armoniza en el cuarto,

trae marea alta y una brisa húmeda.

Un amanecer que no es único, porque el poeta nos muestra como siempre, tanto en el dolor como en la dicha, siempre, nos dice, hay un nuevo amanecer

Detrás de ese amanecer en que se fue,

vinieron otros y las noches consentidas al insomnio,

al largo paseo de las calles nocturnas,

y el desembarco en todas las barras de los bares.

Amaneceres que, Sarría, une al silencio

El silencio, que con la luz caminó hacia el oeste,

solo se quebraba a lo lejos

por las llamadas de los primeros pájaros marinos.

En las horas de ausencia el poeta mira al mar y en ese trance hace símiles fantásticos

Las islas son como tu espalda,

se ven en la bruma del horizonte,

y sé que guardan siempre los pájaros y el frío de la mañana

Un mar, ese mar del poeta, que no siempre permanece pasivo allende su mirada

Llegó el mar a los pies de la cama,

un ejército marino supo derrotarnos

mientras solo la marea y el vértigo del abandono

fueron los únicos sonidos desnudos al amanecer.

Las horas transcurre siempre en una pausa que todo lo llena, la calma que da la certeza del inexorable paso del tiempo

Las prisas se demoran en el aljibe

y el viento azuza en las ramas verdes de los árboles,

como si este verano que nace hoy

todavía no supiera de él mismo nada,

tan solo que lo engendré en un sueño

una noche perdida del invierno.

Calma, paz, en las que hay tiempo para conversaciones llenas de la magia de la sinestesia

Converso despacio con la lluvia,

traigo desde el fulgor del amanecer las caídas hojas

Despacio, en la levedad del que se sabe vivo y, además, saca el jugo a la vida, el poeta nos introduce, casi sin darnos cuenta, en la sensualidad de la piel

ahora mis dedos dibujan espirales rojas en tu piel

mientras tú buscas descifrar el jeroglífico

en que te atrapa mi boca cuando te besa.

Y también nos lleva desde la sensualidad a la certeza, la certeza adquirida con la madurez que permite diferenciar lo urgente de lo importante

Ahora sé. Sé desde lo apenas perceptible,

lo sutil, lo diáfano, lo frágil,

el quizás, el todavía, las horas desunidas,

lo cierto de tu empeño, lo certero y justo,

lo que hace que todo tenga sentido.

Una certeza que viene, a veces, en forma de recuerdos

Aquellas manos mías, ciegas, devotas de su carne,

tenían todavía entre los dedos la tibieza de todos sus recuerdos.

Hay muchos poemas que llevan una cita introductoria, de grandes poetas, pero, si tengo que elegir, me quedo con la de Luisa Miñana, pareja de Fernando y enorme poeta:

Guárdame en tu mirada, como sea,

día y noche,

muda,

sin salvación,

en tus pupilas.

Versos hermosos a los que nuestro poeta responde con otros de una belleza similar

Conservo tus ojos. Tu mirada dentro de mí

sobrevive expuesta a todas las tormentas

Y no sólo en la mirada se encuentran

Abracé el lado de tu cuerpo que a centímetros de mí sostenía la luz.

Las horas pasan y las horas tempranas se van dando paso a las horas de la tarde

Escuché el himno creciendo con la tarde,

de él sabían las hojas de los árboles, pues ellas lo cantaban.

Tardes de recuerdos, de barcos a Creta que nunca se toman, tardes de espera y melancolía, barcos a Creta que nunca vienen.

Era el barco que no cogimos esa tarde de agosto,

aunque las horas fueran mansas

y jugásemos a los dados

hasta los primeros besos del nuevo día.

Pese a que estamos en horas vespertinas, Sarría sigue haciendo un guiño al silencio, el silencio que todo lo nombra

Así, con tu nombre, la tarde quedó muda.

Se abrió el cielo.

Un arbolado viaje de pájaros inundó la tierra.

Tardes suaves en las que sigue siendo evidente lo que de verdad importa

Era suave el atardecer del verano,

pero qué importaba nada si tú no estabas.

Tardes que anteceden a la noche, pero tardes que también dan cabida a soñar

Sueño entregado a escuchar tu respiración recorriendo mi cuerpo

Sueños que se tornan reales y se cubren de lágrimas, a veces tristes, otrora felices

Es posible que vuelva a llorar sobre su vientre

y hagamos el amor hasta el amanecer

Tardes intensas en las que hasta la soledad se queda sola

Así, como todo lo que cambia,

él se fue y se quedó sola la soledad.

Tardes en las que hay instantes eternos en los que no hay nada, ni tan siquiera existen las horas

Transitabas tan cerca de mí que no hubo horas

y juntos respirábamos la misma humedad del otro.

Y, pese a todo, incluso sin horas, el tiempo pasa y la tarde se acaba

Murió la tarde,

se deshizo la luz entre los rojos pliegues de las nubes.

Llegan las horas de la noche, en la que Fernando nos sumerge apaciblemente

Recae sobre nosotros la creciente luna,

pero no nos oculta la labor fatigosa de la sombra

Y en esas horas de luna, las islas que son espaldas, siguen muy presentes en los versos de Sarría

Las señales de tu espalda siempre me dijeron de tu vida de pájaro.

Cuando te recuerdo miro al cielo,

quiero tentar de nuevo y devorar otro ángel caído.

Espaldas que son islas pero nunca permanecen quietas

Me besaste, cerré los ojos

y las islas se acercaron a mi pecho

Las horas han pasado, las tempranas, las de la tarde, las de la noche, una y otra vez y es el momento de tomar conciencia

Ahora ya sé - los años no perdonan -

todas las ciencias exactas que ocultaba tu piel.

La noche trae sus sombras, sus misterios, su nostalgia

Tras las sombras,

el roce del crepúsculo,

todas las noches en una sola noche

expuesta a tus abrazos y al llanto.

Y la noche trae consigo el final, un final que es la antesala de un nuevo principio, unas nuevas horas tempranas, unas nuevas horas de la tarde y volverán las oscuras horas de la noche a rehacerse en poemas, poemas que dan sentido a “Las horas”

Se rehace la noche y esta sierpe,

que sube desde lo oscuro del corazón,

invade mis manos y late en mi cuerpo

al ritmo de una salve

que germina en sílabas húmedas

al borde siempre de mi boca.

En definitiva, amigas, amigos, os invito a pasear lentamente por todos y cada uno de los versos que van conformando Las horas, esas horas de un poeta excepcional que tienen, como decía otro gran poeta amigo nuestro, Antonio Rigo, la música impregnada en cada renglón de este poemario que hoy os presentamos. La poesía de Sarría es una poesía muy musical, con guiños continuos al cine pues está llena de imágenes y movimiento.

Sin más, doy paso al poeta, al amigo, Fernando Sarría