lunes, 28 de noviembre de 2011

Un ángel dormido









Un ángel dormido abrigaba entre sus manos el miedo.
Te oí respirar tan cerca de mí que en sueños me estremecías.
Sobre el río se difuminaba el viaje nocturno de la luna,
la estela se derrumbaba certera
como losas de piedra entre las aguas.
Te oía respirar, es indefinible la sensación que me abarcaba.
Sin remedio, la cama se hundía bajo un montículo de arena
cercada por el océano.
Abracé el lado de tu cuerpo que a centímetros de mí sostenía la luz.
Tu vientre guardaba todavía el color oscuro de mi deseo,
rozando sin prisas la diáfana verdad mis dedos temblaban.
Nunca he sido más valiente ante la soledad.







martes, 15 de noviembre de 2011

Abro la ventana y entra la brisa





Abro la ventana y entra la brisa.
Sin nombre apenas que darte
poseo ahora el rescoldo de la lumbre nocturna
y esta hora ausente de nosotros,
cuando tú duermes y yo oteo el mar.
Las islas son como tu espalda,
se ven en la bruma del horizonte,
y sé que guardan siempre los pájaros y el frío de la mañana,
mientras que a ti, a centímetros de mis dedos,
respirando en silencio,
te cubren una lejanía de sábanas
y todos los pretéritos viajes
que hicimos en la noche.
Guardo este instante.
Lo grabo como he hecho otras veces.
Ya eres igual en mi memoria
que algunas cosas hermosas que me habitan:
el friso del Partenón en el Museo Británico,
el puente de Alejandro III en París sobre el Sena,
el jardín de Csepel rodeado por el Danubio,
el templo de Júpiter en Paestum…
Eubea en medio del Egeo.