lunes, 23 de abril de 2012

miércoles, 11 de abril de 2012

No tuve entre mis labios todos tus pecados






No tuve entre mis labios todos tus pecados,
aunque pronuncié cada uno de los verbos que nacían de tu boca,
ese lado del hielo que pusiste tan cerca de la orografía de las emociones.
Tus besos traían rosas marcadas, flechas con imperativo de veneno,
mientras rodeabas la cama con las luces de las velas,
el tálamo donde la batalla solo consumaba una derrota.
Supe rendirte tantas veces como perdí entre tus brazos.
Las señales de tu espalda siempre me dijeron de tu vida de pájaro.
Cuando te recuerdo miro al cielo,
quiero tentar de nuevo y devorar otro ángel caído.


lunes, 2 de abril de 2012

La presentación en Palma por Mayte Albores




Hace dos días, mientras pensaba en cómo iba a introducir la presentación de dos extraordinarios poemarios alguien me confesaba lo siguiente:“Yo, es que sólo he leído a Machado y sus campos de Castilla, a ti y a Fran Picón, y con Fran ya se nota que estaba algo entrenado porque en mi se hacía el silencio y todo desaparecía mientras lo leía”Y sentí que aquella confesión era algo reveladora.Además, recordé la sensibilidad con la que está caracterizada la editorial Quadrivium y en este caso, la selección que hace su director de poesía contemporánea, quien es capaz de recuperar el agua hasta de un río seco.Entonces, yo que creo en la magia del verso y las revelaciones ocultas de su misticismo, no tuve más remedio que pensar que con Machado encontraría la clave para unir en esta presentación a dos grandes poetas: Sarria con su poemario “Las horas” y a Yusta con “El camino de tu nombre”.Machado, poeta del tiempo nos dice “Estos días azules y este sol de infancia”, y Sarria, que hace de la sensibilidad y la delicia un verbo activo, y del deseo una realidad única mientras se devoran sus versos, nos dibuja con su palabra la siguiente imagen: “Avanza la mañana en un ir y venir de pájaros. (…) Ese hilo azul que nos acerca,/ constante y salvaje,/ nos ata con una ternura que nos hace morir”Sin duda, Fernando, no puede pasar desapercibido, después de leído tienes que volver a él, releerlo y releerlo para degustarlo despacio como en una cata a ciegas donde redescubres nuevos aromas y donde los sentidos y el paladar del verso se va afinando. Después de él, yo quería ser mujer, quería ser soledad, quería ser su color azul “el vientre que guardaba todavía el color oscuro de su deseo”, “su río, donde se difumina el viaje nocturno de la luna”.Al final resulta demasiado fácil hablar de algo en lo que crees, en lo que sientes, y sobre todo, hablar de algo que sabes que le puede cambiar la vida a toda persona que tenga la oportunidad de difuminarse entre sus textos.Ángel Guinda, y con esto termino porque, que mejor protagonista que el propio Fernando y esa nube de versos que nos envuelven, dice que hay dos modos de ser poeta, el centinela, a la espera de que la semilla de lo poetizable encuentre el momento, y el cazador, que con un impaciente espíritu persigue la presa “el poema” para dar permanencia al instante en el tiempo. Guinda, nos die que Fernando es cazador, yo diría lo mismo desde el primer momento en el que sucumbí al encanto de sus palabras. Asimismo, Guinda, declara “Fernando Sarría escribe porque vive, naturalmente; pero, sobre todo, escribe para vivir más, para seguir viviendo, para no morir”. Yo, Mayte Albores, una humilde “disfrutadora” de lo hermoso y lo bello a todos vosotros os digo, que yo leo a Sarría porque vivo, naturalmente; pero, sobre todo, lo leo para vivir más, para seguir viviendo, para no morir.









Mayte Albores