lunes, 13 de febrero de 2012

El prólogo de Ángel Guinda






PRÓLOGO






Ansiedad de la melancolía
Hay un modo de ser poeta como ser centinela: un estar de guardia
permanente, aunque sereno, a la espera de que la semilla de lo
poetizable encuentre el momento propicio para la siembra y la coyuntura
favorable para la sazón de convertirse en fruto. Y otra manera
de serlo cuya alegoría es el cazador, el impaciente espíritu que
persigue la presa -el poema- para dar permanencia a los momentos
vividos, agazapados ya en el tiempo. Fernando Sarría pertenece
a esta segunda estirpe del poetizar.
Uno de los puntos de mi Poética (Arquitextura) propone “Escribir
como se vive. Escribir como se es”. José Luis Sampedro eligió
como título para sus memorias el axioma Escribir es vivir.
Fernando Sarría escribe porque vive, naturalmente; pero,
sobre todo, escribe para vivir más, para seguir viviendo, para no
morir.
Fernando Sarría escribe para encantarse, para protegerse de la
realidad, parapetado en una atmósfera hechizada como exorcismo;
porque lo escrito, aunque vivido, es ya una realidad otra, mejor.
En este libro, Las horas, la poesía es acción, descarga, reacción
del pensamiento que siente, de la memoria que lucha contra la
desolación. Es también un trance agónico, un tremendo combate
por acelerar la llegada de lo que se desea, un dique para evitar que
lo alcanzado se vaya.
Poesía sensorial, arrojada como un vómito de impulsos arrebatados.
Poesía eléctrica, magnética, respiración, bandera de náufrago,
crónica y transcripción de cada íntimo existir concreto
como si fuera el último de toda una existencia.
Cántico corporal de lo efímero: lo inefable de cada nuevo encuentro
como una presencia, un descubrimiento o una aparición;
el amor, la belleza, el placer, lo posible.
La inmediatez temática y la claridad de forma no privan a
esta poesía de destilar, con cuentagotas, perlas metafóricas: “luciérnagas
en la penumbra eran sus dedos”, símiles sorprendentes:
“las islas son como tu espalda” o audaces sinestesias: “el sabor azulado
de tu boca”.
El mejor libro hasta hoy de este poeta irreductible.






Ángel GUINDA
(Madrid, Primavera del 15 M)




sábado, 11 de febrero de 2012

De la presentación de María Ángeles Naval

















Las horas habla de lo que va quedando del mundo y del amor conforme pasan las horas, los días y finalmente los años. El libro está estructurado en tres partes precedidas por un prólogo de Ángel Guinda y clausuradas por un epílogo del autor. Estas partes son: Las horas tempranas (inauguradas por una cita de Borges); Las horas de la tarde (que preside José Luis Cano); y las horas de la noche (abiertas por un poema que habla del fuego de la destrucción y el abandono del creacionista Vicente Huidobro).
(…)
El cuerpo sobre el que se proyecta el deseo y la sed en el amanecer acaban convirtiéndose en el tiempo mismo. El tiempo ocupa un espacio, un espacio de carne, un cuerpo, un cuerpo compañero y un cuerpo que se ofrece para el amor. El tiempo es el cuerpo y el cuerpo es para el amor.












La calculada estructura del libro de Fernando Sarría, que concede el protagonismo a las horas y no a las edades de la vida, modifica el sentido último de estas imágenes de vida y tiempo, de fuego de amor y de ceniza al final de la juventud. En este libro se nos habla del tiempo de la vida, claro, pero la peculiaridad es el aire cíclico que le confieren las horas. De manera que las horas de la noche no son la sanción definitiva del tiempo, no constituyen un punto definitivo de llegada y conclusión, no son el final del viaje. Son simplemente las horas de la noche, simples horas sin luz a las que sucederá la luz del amanecer, la luz del mundo y del deseo del mundo.






María Ángeles Naval







(muchas gracias)

domingo, 29 de enero de 2012

La presentación de Miguel Mena


















LAS HORAS






-Hace tres años por estas fechas entrevisté a Fernando Sarría con motivo de un premio literario y me comentó que leía el Diccionario de la Real Academia, letra por letra, en riguroso orden alfabético….. como esto sucedió cuando publicó El Alhaquín, me pregunto si la publicación de Las Horas significa que ya ha llegado a la H





-A mí aquello me pareció admirable; en absoluto una locura, porque después de todo yo me he leído la guía de teléfonos de la provincia de Zaragoza buscando calles con nombres originales…. Así encontré la calle de la Ilusión, en Fayón, y la calle Ingenio, en Herrera de los Navarros….. Dos calles a la medida de Fernando: tiene una indudable ilusión por la tarea de escribir (desbordante ilusión) y tiene suficiente ingenio para combinar las palabras de forma armoniosa, con ritmo poético, con una musicalidad propia, que a mi modesto entender es lo fundamental para escribir poesía





-Yo tengo una pequeña obsesión con las palabras: me fijo en que casi todas ellas, excluyendo los monosílabos, esconden dentro otras palabras con las que jugar. Veamos un ejemplo práctico: nuestro autor se llama FERNANDO SARRÍA. Tiene un nombre de ocho letras y un apellido de seis… si cortásemos ambos justo por la mitad, con un buen hachazo, nos quedarían dos verbos: ANDO, RÍA



…dos verbos tan importantes como Andar y Reír combinados en su nombre



..¿Tiene esto algo que ver con su poesía? Puede que no mucho con los poemas de este libro, pero quizá sí con la personalidad del autor



-ANDO: es un hombre que camina, que avanza, que anda detrás de sus sueños, de sus objetivos literarios (desde que le conocí, me asombró su entrega absoluta a la poesía….da la impresión de que siempre está maquinando un poema)



-RÍA: por lo poco que le conozco, es un hombre de aspecto risueño… mucho más risueño y alegre de lo que solemos imaginar a un poeta (vamos, que para nada ofrece la imagen de un ser atormentado)


-También he de reconocer que no son esos dos verbos los que me transmite el conjunto de esta obra.



…Más que andar, creo que a “Las horas” le cuadra el verbo “contemplar”. El poeta contempla la vida, la belleza de los diferentes instantes del día, contempla las luces y las sombras, contempla el amor, contempla el erotismo



…Y más que reír, el libro va de emocionar, de conmoverse, de estremecerse…de encontrar el lenguaje preciso para mover la fibra sensible



-No sé si Fernando sigue leyendo el diccionario. Yo todavía releo de vez en cuando la guía de teléfonos. El otro día, sin más lejos, la repasé para ver cuántos Sarrías había en Ejea de los Caballeros y en qué calles viven. Conté 10.



…..enumerando donde viven algunos de ellos, casi nos sale un poema sobre el autor y su tierra aragonesa:



…hay un Sarría que vive en Libertad



….hay un Sarría que vive en Independencia



….hay un Sarría que vive en Teruel



….hay un Sarría que vive en Zaragoza



… y la calle más me gustó de todos ellos es la Calle Oliva Baja… (la oliva puede ser un fruto o el nombre de una persona, y baja puede ser una condición física o la acción del verbo bajar…..también “calle” puede ser un vía urbana o puede ser el imperativo del verbo callar)



…Ya me callo… soy de los que piensan que la poesía no hay que explicarla mucho, que hay que leerla, disfrutarla en la intimidad y tomar lo mejor que nos ofrece, que es un instante de belleza.









Miguel Mena







(muchas gracias)

sábado, 28 de enero de 2012

martes, 17 de enero de 2012

Proximo 19 de enero













Tras la presentación en Ámbito Cultural de los poemarios de Miguel Ángel Yusta, Rafael Luna y Beatriz Giovanna Ramírez junto con Francisco J. Picón y yo mismo, leeremos poemas en el Interferencias Bar y será un placer que cuantos amigos quieran y puedan venir a escucharnos.







domingo, 8 de enero de 2012

Cerré los ojos...






Cerré los ojos mientras tu boca recorría los alrededores de la dicha.




Líbrame de este viaje por la oscuridad de Europa.
Tráeme cerca del Sena,
quiero volver a desembarcar de un tren del sur
y andar por las calles donde las hojas del otoño nos esperan.
Hay un alarde de viento que viene con la lluvia,
esa tormenta bajo la que somos un aguacero de dudas y preguntas.
La rue des Rossiers hierve en el vacío de tu nombre,
aquellos pasos nuestros retuvieron un eco de besos y caricias.
Arde todavía el verano,
la soledad se ha dejado media vida arrimada a la mía.
Sueño entregado a escuchar tu respiración recorriendo mi cuerpo.
Cada gota de sudor se hace de los dos,
se disuelve en la piel,
cubre de semillas cada poro del otro.
Ven de nuevo y que tus labios se pronuncien en amapolas,
me reconozco en tus uñas y en el sabio desafío de tu lucha…
Hoy, como todos los días,
mi ejército desperdigado y confuso ha sucumbido a tu boca.